15.07.2007 | Clarín.com | Zona
A FONDO | VIKTOR SCHMYROV HISTORIADOR RUSO, DIRECTOR DEL MUSEO GULAG PERM-36
"Si olvidamos el terror totalitario, tarde o temprano lo veremos regresar"
Los Museos de la Memoria, construidos en distintas partes del mundo para evocar el horror de las matanzas y genocidios, son también el resultado de una activa participación de las sociedades civiles.
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Fabián Bosoer.
Se dedicaba a estudiar y enseñar, sin grandes complicaciones, la historia rusa de los siglos XV y XVI en la Universidad de Perm, 1300 kilómetros al este de Moscú, cuando la implosión de la Unión Soviética comenzó también a él a cambiarle la vida. Viktor Schmyrov, de 61 años, inició entonces una tarea ciclópea, la de recolectar y recuperar testimonios de la represión en los Gulag soviéticos, campos de trabajo forzado donde encontraron la muerte varios millones de personas. En las afueras de su ciudad, ubicada en Siberia, funcionaba uno de los gulag más famosos. Schmyrov trabajó con sus propias manos para levantar allí un museo que permitiera a todos conocer y recordar lo que había sucedido.
Estuvo en Buenos Aires, invitado por la Coalición Internacional de Museos de Conciencia en Sitios Históricos y Memoria Abierta, como parte de la delegación internacional que participó del coloquio "El museo que queremos. La transmisión de la memoria a través de los sitios".
Se mostró vivamente impresionado al visitar las instalaciones de la ESMA: "Un museo en un lugar equivalente auspiciado por el Estado sería algo impensable hoy en Rusia", señala.
¿En qué momento se empieza a conocer en la Rusia actual lo sucedido en los gulag soviéticos?
En la época soviética se habían realizado investigaciones sobre la represión y no era para nosotros ningún misterio la negra historia del gulag. Pero era difícil, si no imposible, dedicarse a la historia de esa época porque los archivos estaban prohibidos, no había acceso a ellos. Lo que ocurrió en 1991, inmediatamente después de la desintegración de la URSS, es que se abrieron parcialmente los archivos y apareció la posibilidad de ocuparse de una investigación seria y profunda de los regímenes totalitarios.
¿Qué eran concretamente los gulag?
Eran campos de confinamiento de prisioneros políticos, de trabajos forzados, que funcionaban en la práctica como campos de concentración y lugares de exterminio, especialmente durante la época de Stalin. Eran decenas de miles. Luego, muchos se transformaron en lugares de encierro para delincuentes comunes. El campo situado en Perm, mi ciudad, era el más antiguo que se conservaba.
¿Se sabe la cantidad aproximada de gente que murió allí ?
En la totalidad de ellos, la cifra que ahora no se discute es entre treinta y cuatro y treinta y seis millones de personas. Entienda: sólo en los campos de concentración. Pero había otras formas de represión. En la parte sur del vasto territorio, los campesinos fueron enviados, exiliados, a la taiga, en el norte, ¡por decenas de millones! Pueblos y naciones enteras fueron "transferidas" de una región a la otra. Por ejemplo, en febrero del 44, fueron enviados a Siberia y a Kazajstán toda la gente de Chechenia; toda, no quedó ni uno solo y así también de otras nacionalidades.
¿Qué es lo que los motiva para construir un Museo de la Memoria en aquel sitio donde funcionó un gulag?
Hemos entendido, como le decía, que era el único campo de concentración que se ha conservado de los tiempos de Stalin. Y era evidente que si no hacíamos na da allí, dentro de unos años, todo aquello iba a desaparecer de la faz de la tierra. Y no teníamos otra salida que inventar algo para poder conservarlo.
¿Qué había quedado de aquel lugar?
Eran algunas decenas de barracas de madera que estaban destruidas o semidestruidas o en proceso de destrucción, en medio del bosque. Eran propiedad del Estado, pero abandonada. La solicitamos, nos la dieron, no les hacía falta. Cuando ya habíamos reconstruido algo, vinieron los funcionarios e hicieron un inventario. O sea que el Estado pensaba que no tenía esas propiedades, esas barracas, esas construcciones; y descubrió luego que sí las tenía El museo, para entonces, ya se había levantado, con nuestras propias manos.
¿Tenían alguna institución o grupo patrocinante?
Se fundó una organización social, el Museo Memorial Perm-36, de la cual soy director. Recibimos un dinero del presupuesto regional. Atrajimos la atención de los fondos benéficos internacionales y empezamos a recibir donaciones de diversas organizaciones. Del presupuesto federal, o del gobierno federal, nunca hemos visto ningún apoyo, ni monetario ni de ninguna índole.
¿A qué atribuye ese escaso interés oficial?
Lamentablemente, en nuestro país la historia de la represión y el genocidio se enseña terriblemente mal. Desde principios hasta la mitad de los años 90, se hablaba y escribía bastante. Luego, ese tema se redujo mucho. Con el actual presidente, se silenció directamente.
¿Con la etapa de los gobiernos de Putin se clausuró esa disposición a revisar el pasado?
La situación cambió radicalmente, Putin decretó que la historia "debía ser positiva". Después de lo cual se sacaron de los colegios los manuales de historia, en los cuales estaba contenida gran cantidad de testimonios sobre las represiones del totalitarismo. Se decidió que solamente se iban a usar los manuales recomendados por el ministerio de Educación... Por ejemplo, para el último año de los colegios, el manual de Historia es desde el año 1917 hasta la actualidad. O sea, el período soviético. La palabra "gulag" solamente se menciona dos veces. Y ambas veces está en letra pequeña. En los manuales no existe la represión, no existen los campos de concentración, no hay millones de desaparecidos, ejecutados, muertos. Solamente en el año 1931, en nuestro país murieron por hambruna no menos de siete millones de campesinos. Es un hecho que todo el mundo conoce y nadie discute, está aceptado. Sin embargo, no está en los manuales, no se estudia.
¿De manera que los jóvenes que visitan el museo desconocen esa parte del pasado?
Cuando nos visitan los niños de las escuelas -el ingreso está permitido para los mayores de 14 años- sufren un shock. Nos dicen: "No sabíamos que nuestra patria tenía semejante historia".
¿La sociedad rusa no quiere mirar demasiado lo que significó aquella parte de su historia?
El fenómeno de nuestra sociedad es que Putin no fue puesto así nomás. El no viene de otro país, ni invadió nuestro país, fue elegido por mayoría de votos en elecciones nacionales sabiendo exactamente que era un oficial de la KGB. Si existiera esa memoria nacional, él no hubiese sido elegido y nuestra historia sería distinta. Ahora nos encontramos en un Estado declaradamente autoritario. Una de las causas, no la más importante, pero sí importante, es justamente la ausencia de memoria.
¿Qué mensaje les queda a los jóvenes que visitan el Museo?
No tenemos un único criterio. Les decimos, cuando salen, aquello con lo que vamos a terminar nuestra conversación: nuestra historia fue terrible, sangrienta, una de las más terribles y sangrientas de toda la historia de la humanidad. Es la historia no sólo de matanzas masivas, sino de la pretensión de erradicar las cualidades humanas de toda la población de una nación. Y la salida de esto es única: es lo que nosotros llamamos en nuestro país "valores occidentales": son los valores liberales occidentales. Yo quisiera que esos niños no solamente recuerden su pasado sino que entiendan que mientras no haya un proceso democrático serio, vamos a seguir viviendo de esta forma. Si olvidamos el terror totalitario, tarde o temprano lo veremos regresar.
¿Qué impresión tuvo al visitar las instalaciones de la ESMA en Buenos Aires?
Estoy impresionado por la decisión del Gobierno de entregar ese complejo, una veintena de hectáreas con gran cantidad de edificios, para la construcción de un gran memorial. Eso era el comienzo de nuestros sueños a principios de los 90, y ahora estamos bien lejos de esas aspiraciones. He visto un muy fuerte impulso para recuperar estos lugares que deben ser no sólo como un santuario de la memoria de un pueblo sino también espacios de actividad cultural y encuentro de las organizaciones sociales y de derechos humanos, de todos los sectores. Esto es algo muy destacable que no ocurre en otras partes del mundo y que requiere también un apoyo del conjunto de la sociedad.
¿Qué reflexión le merece el hecho de que la ideología de los victimarios en la Unión Soviética fue aquella por la cual se persiguió y aniquiló a cientos de miles de personas en América latina? Las matanzas fueron aquí realizadas en nombre de la lucha contra el comunismo.
Comparando la Rusia soviética y las dictaduras de América latina, creo que las cosas han sido distintas. Aunque algo tenían en común: que tanto Stalin como las Juntas necesitaban el terror como medio. En un caso, para reprimir a la población; y en el otro, para garantizar una explotación extremadamente feroz. Los objetivos eran distintos, pero el método era el mismo: el terror, como instrumento de sumisión. El terror siempre tiene ese objetivo, no tiene ideología.
Un museo visitado hasta por la KGB
El Museo Gulag de Perm-36 conserva como sitio histórico el único campo de trabajo que queda de la era stalinista. Este museo fue pensado y construido como un centro educativo sobre la historia de la represión política y del totalitarismo en la ex Unión Soviética. Allí se realizan debates, recorridas guiadas con ex guardias y presos y conferencias internacionales sobre derechos humanos.
"A pesar de que el campo se encuentra bastante lejos de los centros urbanos, en medio del bosque, todos los días, aun en el invierno cuando todo está cubierto de nieve y hace mucho frío, llegan en promedio entre 200 y 300 personas", explica Víktor Schmyrov, su fundador y director.
Y recuerda dos anécdotas significativas: "Hace un año y medio vino un grupo bastante grande de generales de la ex KGB, los actuales servicios de inteligencia. Estaban atrasados; llamaron y nos pidieron que por favor nos quedáramos, inclusive si llegaban durante la noche. Al principio del encuentro, la atmósfera estaba muy densa. Pero al irse, en el libro de visitas anotaron: "Este museo está dedicado a una historia terrible. No quisiéramos que esta historia se repitiera ahora. Pero esto sucedió, y debe haber un museo así".
En otra ocasión, vino un grupo de viejos comunistas, muy prevenidos y casi para provocar. Al salir dijeron: "Gracias, no sabíamos nada de todo esto".
Señas particulares
Dirige el principal Museo de la Memoria que existe en Rusia, el Gulag Perm-36, e integra la Coalición Internacional de Museos de Conciencia en Sitios Históricos.
EDAD: 61 AÑOS
NACIONALIDAD: RUSO
ACTIVIDAD: HISTORIADOR Y ACTIVISTA DE DERECHOS HUMANOS
Copyright Clarín, 2007.
Monday, July 16, 2007
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