Friday, April 06, 2007

Este artículo de Jaime de Althaus aparecido en El Comercio de hoy es interesante:

El Comercio / Opinion / Viernes, 6 de abril de 2007

Hay un empeño por interpretar con un matiz distinto el régimen de Alberto Fujimori, en tanto no se le ha habría probado todavía un vínculo directo con los casos del grupo Colina o la matanza de Canto Grande, y porque sus errores habrían estado en su ambición, sin dejar de responsabilizarlo de:

haber enfrentado a los peruanos entre sí al pretender perpetuarse en el poder ... de haber montado, con la colaboración instrumental de Vladimiro Montesinos, un aparato de control político para sojuzgar a los poderes del Estado, a las instituciones democráticas y a la prensa. ... de haber propiciado el marco que hizo posible la más perversa corrupción conocida de la historia del Estado Peruano, si es que no participó directamente en ella. Y es responsable de que, a consecuencia de lo anterior, tampoco el país haya podido capitalizar los logros derivados del cambio de modelo económico, propiciando la destrucción de consensos que ya se habían logrado e induciendo a una parte del país a regresar a fojas cero recurrentemente.


En sus primeros párrafos él nos invita a colocar en otros términos la valoración y el sentido del periodo fujimorista. Para Althaus hubo "una victoria", la del "Estado criollo y limeño" que "confió en los campesinos indígenas y los apoyó y armó. Y ganamos. " Esa épica exitosa fue desaprovechada por Fujimori -su artífice-, no la vio como la "realización colectiva", el "logro histórico" que Althaus cree que fue, y ése fue su error.

En su perspectiva el acontecimiento -que él recuerda este 5 de abril- es la victoria del país y el Estado que pudieron superar sus desencuentros para "derrotar al terrorismo". Algo inédito, además, en la historia latinoamericana, en la que la guerra ha sido, nos sugiere Althaus, contra un enemigo análogo o igual: "el terrorismo". El problema con no reconocer el mérito de haber ganado es que continuamos siendo "una nación de escasas realizaciones colectivas". Lo curioso es que el golpe de estado de 1992 no signifique para Althaus un signo de fracaso colectivo, de derrota de la democracia como obra colectiva en la medida que lo fue. Las políticas de lucha contrasubversivas que impuso el régimen, a costa del derecho y la democracia, también le tienen sin cuidado. Y la eventual asociación entre esas políticas y los grupos asesinos y las prácticas represivas y coercionadoras que caracterizaron al régimen de Fujimori desde 1992, tampoco le cuestionan su deseo de reconocer una "victoria".

Da la impresión de que el hecho decisivo de la época estuvo en ése encuentro victorioso pero olvidado por "la sociedad nacional": entre limeños y campesinos indígenas. Ese encuentro que Fujimori no supo aprovechar para bien, y que más bien mancilló con su deseo de perpetuarse en el poder.

¿Cuál es la victoria de la que habla Althaus?. Para hablar de una, tiene que depurar a su personaje de manchas que desmerezcan esa politica victoriosa. Casi que para Althaus, Fujimori es una suerte de héroe caído, alguien ganado por un lado oscuro que le impidió ver la oportunidad de aprovechar una victoria contra los "terroristas".

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